Federico
Federico

Federico

Poco a poco las fiestas fueron superando las salidas al monte y es que son incompatibles con madrugar y madrugar es imprescindible para salir a buscar setas. Los meses fueron pasando con salidas esporádicas al monte y acercándonos a mi mayoría de edad, inicie los estudios para disponer del carnet de conducir y así poder retirar del escaparate, el 127 de la casa Seat, que tras años de ahorros, había podido comprarme. Quince días después de haber estrenado los dieciocho años, estrené mi primer coche y con él la libertad total de movimiento.

Esto hizo que las fiestas, se convirtieran en internacionales y en una de estas ocasiones al otro lado de la frontera, con una amiga francesa. Sucedió que ella sufrió un desmayo y yo asustado en lugar de refrescarla con la nieve, subí la calefacción del coche, para que no se resfriase.

Como no despertaba, decidí cruzar la frontera, pero no pararía bajo ningún concepto, ya que no sabía cómo reaccionaría en caso de despertar.

La frontera francesa, sin `problemas, con la que estaba cayendo, los gendarmes ni asomaron el morro, pero en la española, me hicieron señas de parar, aceleré y me desvié de inmediato. Al poco sonaban las sirenas, mientras yo, en el garaje del hotel, esperaba el despertar de cenicienta.

Tras estos y otros acontecimientos, decidí tomarme un año sabático, en mi tierra.

Los cinco dedos de Dios representados por las rías gallegas, supieron de mí y de mis excesos de adrenalina, la velocidad, el alcohol, el tabaco, las mujeres bonitas y las malas compañías, hicieron que las fiestas se solaparan y los ahorros se disiparan.

Con tres amigos más, decidí regresar a Cataluña, pero esta vez a la gran capital, Barcelona. Íbamos en dos coches los cuatro, con los maleteros llenos con nuestras pertenencias y los corazones pletóricos de esperanza en la nueva aventura.

Paramos a descansar por la noche en los coches, en Alcalá de Henares. Al poco los compañeros del otro coche, decidimos buscar fiesta con una pareja que se les acercó y se fueron, mientras que en mi coche dormíamos.

Nos despertó la policía, que traía a los compañeros, muy desmejorados y sin coche.

Al parecer, los nuevos amigos de mis compañeros de aventura, no eran de fiar, tuvieron éxito en un descampado y punta de pistola, dejaron tirados y se fueron con el reluciente 127 deportivo, de mi amigo Manolito.

Pasamos el día siguiente buscando venganza, para finalmente, seguir viaje a Barcelona.

Aparcamos al lado del Zoo y nos dirigimos a ver a unos amigos, que nos ofrecieron trabajo a todos (en aquel momento era muy fácil encontrar trabajo) y tras regresar al coche, para recoger lo que quedaba de nuestras pertenencias, comprobamos que habían roto el cristal triangular del 127 y vaciado el maletero.

Menos mal que teníamos trabajo, los cuatro en distintos locales de hostelería de Las Ramblas.

Allí, en la cervecería Baviera, fue donde conocí a Mari, la mujer más bonita que habría visto nunca, me dio otro Manolito, compañero de trabajo.

Desde el primer momento me robó el corazón y me quitó todos los vicios, con ella vino la calma a mi vida, llegaron los niños, la vuelta a Galicia, emprendí negocios de construcción y durante unos años cambié, las setas por la pesca.

Los negocios me trajeron de nuevo a Cataluña, primero a la ciudad de Rubí y después a Terrassa, cuando mi primer hijo tenía 17 años.

Al principio intenté seguir con la pesca, pero era tal la diferencia con Galicia, que el aburrimiento llegó a hacer que en una ocasión, con un compañero (Ignacio), de camino a la playa, decidiéramos avisar a la familia, cambiar de dirección y direcciónnos a Pontevedra, dónde durante dos días, pescamos a discreción.

Fue uno de mis socios (Joan Larios), el que hizo que de nuevo me picase el gusanillo de las setas y esta vez, más profundamente, buscando toda la literatura sobre el tema y adentrándome en el mundillo de internet.

Durante años buscaba solo, acompañado de mi perra «Manchitas», una Gran Danés imponente. Jordi hizo años que se había ido y Marta cambió las nieves de Puigcerda, por el sol de Sevilla.

Joan era el típico buscador de otoño, solo “robellones” y “llanegas”, pero fue el detonante para que reiniciaras mi pasión por las setas.

En una de estas ocasiones, estando en el alto del Cadí, bebiendo agua fresca de un manantial, que crea un pequeño riachuelo, que bajaba serpenteando entre las rocas, al encuentro de otros, que terminarían llenando un río.

Algo voló sobre mí, seguido de un estruendoso e infernal ruido de pezuñas y de guturales bufidos.

Tras la sorpresa inicial, pude ver como un hombre, muy delgado, de edad avanzada, pero con tremenda agilidad, con ropa ligera y con los pies apenas cubiertos por unas simples alpargatas, corría como loco, perseguido por un toro, uno de los machos de la ganadería, que pastoreaba libremente por la montaña.

Ganado con el que yo me crucé en infinidad de ocasiones, sin que ocurriese nada notable.

No tardé en perderles de vista, al hombre y al toro, aunque los sonidos continuarán durante un buen rato.

Tras un momento de desconcierto, continua la búsqueda, en esta ocasión “robellones”, pero también una seta muy especial, el “pie azul”, Lepista nuda, se trata de una seta muy aromática, exquisita y de carne muy tierna, pero al ser tan aromática, sola, resultante excesiva, yo La mezclo con otras especies, obteniendo así un buen resultado. Es una seta bella de tonos azul violeta, con el sombrero carnoso y el pastel ligeramente fibroso, robusto y abultado en la base. Tiene esta seta, otras familiares comestibles, como la lepista sórdida o la lepista saeva y suelen aparecer adornando los lechos de hojas de los bosques de frondosas.

Me fui en esta ocasión del monte, preocupado por el hombrecillo perseguido por el toro y en mi camino, encontré con el toro, que regresaba tan tranquilo en busca de su manada, paso a mi lado sin apenas mirarme, parando de vez en cuando a comer alguna hierba, para recuperar fuerzas.

Al poco, me encuentro con el hombrecillo, sentado sobre una piedra, bajo un abeto.

– Hola, buenos días ¿se encuentra bien?

– Si, muy bien … solo tengo algún conflicto con ese toro, que cada vez que me ve, me persigue como loco.

– Si quiere, puedo llevar a algún sitio, tengo el coche en el camino.

– No hijo no, yo vivo aquí … ¿No habrás visto a mi gata?

– No, no vi ningún gato.

– Bueno, no te preocupes, ella me acompaña siempre a buscar setas, pero sabe regresar sola, siempre lo hace.

– Bien, pues dejo que se hace tarde, por si otra vez nos vemos, yo me llamo Cesar y vengo desde Terrassa a buscar setas.

– Yo soy Federico y vivo con mi gata Michu michu en aquella pequeña masía, que ve allí al fondo, al lado del río.

Le di la mano y nos despedimos, él se internaba en la naturaleza y yo regresaba a la ciudad. A lo lejos se escuchaba el maullido de Michu michu, llamando a Federico ya mí me entrando en ganas de quedarme.

Federico hacía rato que estaba despierto a causa de un gallo madrugador, pero intenta alargar el sueño y disfrutar del calor de las mantas, antes de levantarse y ocuparse de los animales, eso y un pequeño huerto eran todas sus obligaciones. Michu michu a su lado, sobre las mantas, intentaba igualmente alargar la noche.

Federico pensaba, tengo que tener cuidado con ese toro, ya no tengo edad para esas correrías y también le preocupaba, que cada vez que venía más gente por el monte, a pesar de lo alejado que estaba de los caminos.

Él había elegido la soledad como forma de vida, por eso eligió ese lugar tan apartado. El hombre con el que se encontró en el monte, le había caído bien, pero ya no confiaba en nadie. La vida le enseñó, que los únicos en quienes podían confiar, eran los animales que le acompañaban.

Vino desde Cáceres con sus padres con solo nueve años, y pasó la vida en Cataluña, ahora no contaba con nadie, ni en Cataluña ni en Extremadura.

Medio abrió los ojos, todavía era noche cerrada, aunque empezaba a clarear por el horizonte, hora de levantarse, el aullido de Perro, se lo confirma.

Perro es el nombre que le puso a su lobo, lo encontró atrapado en una de sus trampas, se apiado de él, le curó sus heridas lo mejor que pudo, pero el lobo se quedó cojo, a consecuencia de eso los dos decidieron hacerse compañía , Federico se ocupaba de alimentarle y el a cambio guardaba su casa y cuidaba de sus animales.

No había sido fácil, pero esa unión hacía años que funcionaba. Se vistió y desperezó, para comenzar un nuevo día.

Siempre que iba al monte, Cesar se desprendía de las preocupaciones derivadas de sus obligaciones empresariales, dejaba atrás la ciudad, teniendo delante las altas montañas y por unas horas no existía para el nada más, esta vez llevaba una botella de aguardiente en el maletero, quería tener un detalle con Federico, le había conocido en el monte la semana anterior y le cayó muy bien, el aguardiente que su madre le enviaba desde Galicia, le iría bien a Federico para aliviar las gélidas noches del próximo invierno y por otra le intrigaba la vida que ese hombrecillo llevará en el monte.

Aparcó el coche, un todoterreno Nissan, lo que estaba cerca, podría haber aún así, le quedaría una hora de camino hasta la casa de Federico. Pronto la vió a lo lejos, el lugar era fantástico, se veía una pequeña casita de madera, con un cercado exterior, bajo unos abetos, al lado de una pequeña cascada de agua, que deja caer el riachuelo, que medio bordeaba la casita, todo ello rodeado de un tupido césped.

Según se acercaba, un gran perro aulló desde el cercado, de una manera que a Cesar, se le puso la carne de gallina y comenzó a pensar, si no había ido de desayuno.

Pronto vió a Federico, salió de la casa para calmar al perro y eso le tranquilizó. Detrás de él una gatita pequeña, delgada y fea, pero muy juguetona y graciosa, que vino corriendo hacia él, como un modo de reconocimiento.

Según se acercaba vió que desde dentro del cercado, dos cabras le miraban, atentamente, desechando la verde y fresca hierba y al fondo media docena de gallinas hacían caso omiso a su presencia.

Federico salió del cercado e hizo parte del camino para saludarle.

– Hola, tú eres, el de la semana pasada cuando me persiguió el toro.

– Sí, soy Cesar, ¿cómo se encuentra Federico?

– Muy bien, gracias.

– Pense que ya que venía a buscar setas, le traería una botella del aguardiente que hace mi madre.

– No, no es necesario, pero pase, le enseñaré la casa.

– Gracias, pero no me hable de usted, por favor.

Entramos en el pequeño habitáculo, compuesto por una sola estancia, que hizo las veces de cocina y dormitorio. Un camastro al fondo cubierto por varias mantas de lana, al lado derecho una gran piedra rectangular, sobre la que crepitaba un fuego de leña, sobre el que un trípode de hierro, sostenía un cazo de metal, del que salía un agradable aroma a café recientemente hecho, a la izquierda una mesa y un banco de madera y en la pared, varios estantes de madera con botes de cristal, que contienen diversas conservas.

Nos sentamos y me ofreció un café, al que añadimos unas gotas de aguardiente, para animar el cuerpo. Federico a pesar del frío, calzaba las mismas alpargatas, con los pies desnudos, supongo que para sus costumbres el frío de verdad, no llegarán aún.

Lo que más me sorprendió, fue la cantidad de libros que amontonaba sobre una mesilla, al lado de la cama. Me contó la historia de Perro, su lobo y de como vivía con necesidades, pero harto de felicidad.

– No quiero molestarle más Federico, voy a intentar encontrar alguna seta.

– Si no te importa, te acompaño un momento, aquí estamos encontrando de casi todo.

Salimos de la cabaña en dirección a la ladera orientada al norte, seguidos en todo momento por Michu michu, mientras que Perro se quedaba aullando, con ganas de seguirnos, pero sabiendo de sus obligaciones y limitaciones.

Al poco vi viendo diferentes especies y Federico se agachó para mostrarme una que yo conocía, pero que apenas le hacía caso.

– Esta seta es una de mis preferidas y sin dudarlo le retiró la cutícula y los poros y le pegó un bocado.

– Ésta seta suele cargarse de bicho muy pronto ¿no?, le dije.

– Mas buena está, me dice, se trata del “boleto anillado”, o Suillus luteus.

Efectivamente es una seta que hay que limpiar muy bien, retirándole los poros que tiene en lugar de láminas y la cutícula que se despega fácilmente, es una seta carnosa y de agradable sabor, que crece en grupos, en la hierba, bajo los pinos, de manera abundante, es similar a su hermana el Suillus granulatus, que se diferencia por la ausencia del anillo.

– Mira Cesar, aquí tenemos a los famosos “champiñones”, además, las dos especies más conocidas, la “bola de nieve” y el “champiñón silvestre”.

– La verdad, a mí me cuesta diferenciarlos.

– Si, son muy parecidas, pero la “bola de nieve” tiene un olor anisado y el “champiñón” es más afrutado, los dos amarillean al corte y se diferencian de la pariente mala, en que ésta tiene olor desagradable, como a yodo.

– Si a ésta la conozco, es el “champiñón amarilleante” o Agaricus xanthoderma, resulta ligeramente tóxica.

– Si Cesar, todos tenemos un pariente así.

Continuamos un rato la búsqueda, disfrutando de un día soleado, una buena compañía y un hábitat inmejorable. Nos despedimos, quedando en repetir la experiencia, bajo la sombra protectora de un abeto centenario, mientras Michu michu frotaba su lomo contra mis piernas y ronroneaba en señal de amistad.

De nuevo he quedado con Federico, dice que quiere llevarme a un lugar especial, una zona orientada al sur, donde abundan los robles, intercalados con coníferas. Paso primero por su casa y tras el cafelito con aguardiente, nos dirigimos al lugar, según Federico teníamos media horita de camino.

Al llegar al lugar, alguien se nos había adelantado, una pareja de estética hippie, pantalones acampanados, blusas estampadas, grandes bufandas, etc. Les saludamos a lo lejos y nos acercamos.

Mientras tanto Federico me cuenta que les conocía de vista, suelen venir en busca de unas setas muy especiales, aunque también recogen frutos silvestres o plantas aromáticas.

– Salud amigos, nos dice la mujer.

– Hola ¿Cómo les va?, contesta Federico.

– ¿Buscando setas?, pregunto yo.

– Si, contesta el hombre, ya las últimas de la temporada, pronto llegaran las nieves.

– Nosotros vamos en busca de “lenguas de vaca”, la seta me refiero., dice Federico.

Nos presentamos, se llamaban Julia y Alex y nos mostraron el cesto, donde llevaban algo de Tomillo y un tapper de plástico con unas pequeñas setas en su interior.

Julia nos explicó que eran psilocybe semilanceata, tenían el pie muy largo en relación al sombrero, de color gris oliva con el mamelón muy pronunciado y la cutícula lisa y viscosa.

También llevaba, lo que ella me dijo que eran paneolus sphinctrinus. Ambas setas, muy alucinógenas, aparecen sobre los excrementos en descomposición de vacas y caballos, al parecer su consumo provoca un estado de excitación, continuada de delirios y visiones, modificando la percepción del tiempo y el espacio, aunque las sustancias como la psilocina y psilocibina, también se pueden utilizar para el tratamiento de enfermedades mentales.

Les ofrecimos seguir juntos la búsqueda y tras aceptar un trago de vino semidulce, que Alex llevaba en una bota de cuero, continuamos todos al lugar que Federico nos llevaba, seguidos siempre de Michu michu. Pronto notamos el crujir de la hojarasca bajo nuestros pies, síntoma de estar bajo árboles de hoja caduca y finalizando el otoño.

– Aquí los tenemos, el Hidnum repandum, avisa Federico.

Y comenzamos a ver grandes líneas de setas color crema, con el sombrero hundido irregularmente, la cutícula lisa y seca, muy carnosas y quebradizas, con frágiles aguijones en lugar de láminas, decurrentes sobre el pie, consistente y quebradizo igualmente. Salen apelotonadas siguiendo un corro en caída sobre la ladera. Es una excelente comestible, que exhala un ligero perfume afrutado.

– Podéis coger las que queráis, porque se secan fácilmente y tendréis para todo el año, dice Federico.

– Gracias, esta seta no la conocíamos y tiene una pinta fabulosa.

Pasamos un buen rato recogiendo y limpiando cuidadosamente las setas, dada la fragilidad de las mismas, y nos despedimos de Julia y de Alex, que siguieron su búsqueda particular.

De camino a la cabaña, le dije a Federico que la semana próxima subiría y le traería lo que necesitase, porque seguramente no nos veríamos hasta la primavera, ya que las nieves nos estaban alcanzando.

– Gracias Cesar, solo necesito harina, azúcar y café.

– Estas seguro de que no quieres bajar de la montaña, yo podría ayudarte.

– Yo ya no se vivir de otra manera, pero tú no te preocupes, aquí estaremos bien.

Tras otra bonita jornada, una larga caminata hasta el coche y esta vez la cesta pesaba. Había quedado con Federico en recogerlo la semana próxima, para que me llevase a otro lugar especial, en busca de una seta especial, según él, para postres.

Cuando llegué al lugar en el que había aparcado, me encuentro una furgoneta tipo Vanette y a su lado Julia y Alex, haciendo una barbacoa. No pude irme sin probar un pedazo de carne y un trozo de pan.

– Esto esta delicioso, dije.

– Está bien, pero lo que lo hace delicioso es el lugar, dice Julia.

– Tienes razón, y la caminata previa, dice Alex.

– La próxima semana, Federico quiere enseñarme una seta para postres, si queréis podéis apuntaros.

– Nosotros nos apuntamos a un bombardeo, dice Julia riendo.

Me despedí de ellos y tomé el camino de casa, donde Mari, me esperaba con los niños, con ganas de llegar, pero también con ganas de volver al monte.

Pasada una semana al llegar al quiebro del camino donde suelo aparcar, ya estaba esperándome Federico, bien abrigado y con una mochila al hombro, sobre una piedra, bajo un pino y con un pequeño fuego al lado, y es que las nieves ya nos habían alcanzado.

De la mochila asomo la cabeza de Michu michu, que parecía, no querer perderse la fiesta.

– Buenos días Federico, ¿Cómo estás?

– Bien Cesar, ¿No te importa que venga la gata?

– No, claro que no y a ti te importa que nos acompañen Julia y Alex, es que me los encontré y se lo ofrecí.

– Mejor lo pasaremos, que vengan, claro. Y mientras hablaba, apareció la Vanette con la pareja.

– Hola chicos, nos saluda Julia.

Decidimos ir todos en el todoterreno ya que al lugar no podría llegar la furgoneta.

Pasamos el túnel del Cadí en dirección a Barcelona y al llegar a la población de Berga, nos desviamos a la derecha en dirección a Rasos de Peguera. A unos diez kilómetros, salimos de la carretera por un camino rural, que al poco se complicó tremendamente, pero el todoterreno cumplió su función y nos llevó hasta una bellísima pradera con grandes claros, manchados de zonas de pino joven. Paramos en un lateral y seguimos el caminar de Federico, que sabía dónde quería ir.

Por el camino íbamos recogiendo algún “Robellón” o “Fredolic” y al llegar a un barranco.

– Aquí comenzaremos la búsqueda, fijaros bien, dice Federico.

No fue necesario mucho tiempo, para ver sobre el césped brillante, unas pequeñas colonias de un color anaranjado, en forma de copa, deformadas irregularmente, casi sin pie y con la carne frágil, blanquecina anaranjada, sin olor apreciable, de una belleza espectacular.

– Esta es la “peciza anaranjada” o Tremiscus helvelloides, la seta que más me gusta y que sin vosotros no podría tener. Gracias, dice Federico.

– Y nosotros sin ti tampoco, le contestamos.

– Esta seta la podéis preparar en confitura y la degustareis a placer, cuando queráis, pero también se come cruda, como una golosina.

Y para dar ejemplo, se llevó una a la boca y la paladeo con ganas. Yo también lo hice, igual que Julia y Alex. Me pareció insípida, pero de una tersura, muy agradable y al imaginarla en confitura, sin duda insuperable.

Continuamos la búsqueda, bajando la ladera hasta toparnos con un riachuelo en calma con grandes y viejos chopos.

– Parece que hemos bajado demasiado, pero no importa, dice Federico, quizás tengamos suerte con las “setas de chopo” o las “murgulas”, busquemos al pie de los chopos o en las ramas podridas.

Al poco comenzamos a ver unas pequeñas setas de color dorado, que aparecían al pie de los arboles y comenzamos a recogerlas sin darnos cuenta de la cantidad de mosquitos que había en la zona.

Federico, se acercó a un gran hormiguero y comenzó a golpearlo con la palma de las mano, luego se acercó a nosotros y nos pidió que oliésemos sus manos. Fué como si explotase una bomba en la cara y nos tirase hacia atrás, de lo fuerte que era.

– Es el ácido fórmico, muy fuerte verdad, dejad que frote vuestras ropas con él y adiós a los mosquitos, pero que no toque la piel, pues pueden saliros ampollas.

Así lo hizo y después se lavo las manos en el río y continuamos la búsqueda olvidándonos de los mosquitos.

Satisfechos con la experiencia, decidimos regresar al coche, pero Federico, dijo.

– Esperar, que todavía podemos coronar el día, con las “Llanegas negras” más espectaculares, del tamaño de los “Ceps”.

Y nos lleva por una zona de matorrales, donde comienza a buscar, yo ya conocía esta seta, de haberla encontrado, más cerca de la costa. Se trata del Hygrophorus latitabundus, seta de tamaño medio, muy viscosa, con el sombrero de color gris oscuro, con el borde fuertemente enrollado, de láminas blancas y fuertes y carne blanca de olor suave, muy perseguida aquí en Cataluña, quizás la segunda tras el “Robellón”.

– Mirad que belleza, nos avisa Federico.

Y tenía toda la razón, nada que ver con las “Llanegas” que yo conocía, estas tenían el tamaño de un “Boletus” y aparecían en pequeños grupos de cuatro o cinco, con una viscosidad extrema, preparadas para aguantar las fuertes heladas de la zona.

Recogimos durante un rato y regresamos al coche, donde les propuse invitarles a comer, ya que seguramente no volvería a subir hasta la próxima primavera, aceptaron con la condición de pagar a medias.

Nos dirigimos hacia Berga y paramos en un restaurante a las afueras del pueblo, bajando a la derecha, que tiene el comedor en la planta sótano, no recuerdo su nombre, pero si recuerdo la gran comilona que nos pegamos.

Más tarde satisfechos y contentos, nos despedimos, quedando en vernos en la primavera. Tanto Julia como Alex querían enseñarnos sus mejores sitios y Federico, parecía tener alguna sorpresa guardada.

Desde el año 2020 recién iniciado, intento desesperadamente estrujar la memoria, para que afloren los recuerdos, tras dar alimento a los animales y al calor de una chimenea de leña, en un día de niebla espesa, triste y frio, como todos los que llevamos de año. Bueno para las setas, no tanto para mi. Por ello mis recuerdos, me llevan a una primavera esplendida, en la que Federico me enseñó a buscar la seta, que con el tiempo se convertiría en mi favorita, y otras de igual calidad.

Había visitado a Federico en pleno invierno, con muchas dificultades para llegar a su cabaña y quedamos en que iría entrada la primavera.

Las cumbres estaban todavía coronadas de nieve, contrastando con las laderas cubiertas de un verde y brillante césped. El frescor de la mañana comenzaba a romperse, presionado por un sol pletórico, imponiendo su presencia. Los arboles goteaban el rocío de la noche y Perro, el lobo de Federico, hacía rato que aullaba, anunciando mi llegada.

Federico, me esperaba en la puerta de su cabaña, mientras que Michu michu se adelantaba a recibirme, ronroneando y frotándose conmigo, en clara actitud de amistad. Y quizás también egoísta, porque sabía que le traía alguna golosina.

– Hola Cesar, me alegro de verte.

– Igualmente Federico, como le ha ido, dije yo dándole un abrazo.

– Pasa, acabo de hacer el café.

Tomando un café con unas gotas de aguardiente, nos contamos nuestras anécdotas y decidimos salir en busca de las setas.

– Tenemos que seguir este regato, hasta casi el final de la ladera, pero vale la pena, me dice Federico.

Seguimos la caída del agua, durante casi una hora, sin apenas pararnos, ya que no se veía ninguna seta y es que a esa altura, aún tardarían en aparecer. Hasta que llegamos a un lugar donde el riachuelo se calmaba, al igual que la pendiente de la ladera. Federico, siempre observando y yo esperando observándolo a él. Hasta que, inquieto, pareció ver algo, que yo no veía.

– Aquí están Cesar.

– ¿El qué?, yo no veo nada.

– Fijate bien, deja que tu mente se acostumbre y las veras.

– Federico, yo no veo más que piñas y hojas caídas, sobre la hierba.

– Se puso de rodillas y acercó su mano, a lo que yo creía que era una piña y entonces la vi.

– Son las caprichosas colmenillas Cesar, aparecen cuando quieren, a veces a cientos y otras veces, inexplicablemente ni una.

Y así es y ha sido siempre, que yo recuerde. Es necesario un terreo empapado tras unas generosas lluvias, para que puedan crecer repentinamente, en un rincón aireado sobre el verde césped, sobre madera en descomposición o tras un incendio, sobre sus cenizas.

– Si Cesar, esta es la Morchella vulgaris, pero veremos otras de la familia, o especies afines como la Verpa vohemica y tantas otras. Todas ellas deliciosas, con la precaución de secarlas antes de su consumo o cocinarlas bien, para eliminarles las hemolisinas, que destruyen los glóvulos rojos.

Se trata de una seta con el sombrero alveolado, parecido a una esponja, de color gris marrón, con el pie incrustado en la base y totalmente hueco, que exhala un olor fungido, fresco y afrutado, de consistencia firme y firmemente agarrada al sustrato.

Durante un buen rato continuamos recogiendo colmenillas, aunque a mi, todavía me costaba verlas y la mayoría de las veces, me aceraba a recoger piñas, que parecían reírse de mi, colocaditas de pie al igual que las colmenillas. Hasta que Federico me dice.

– Mira Cesar, “Pezizas venosas”, son igual de buenas que las colmenillas, no te preocupes por el olor a lejía, eso se les va con la cocción.

Y me acerqué a recogerlas , se trata de Disciotis venosa, achaparradas como si hubiesen sido pisadas por algún animal, aparentemente sin pie, pero lo tiene, enterrado sólidamente, en forma de copa, como con venas y tremendamente quebradiza.

Pronto me interrumpe Federico, que me avisa de otra especie, el “Bonete” o Giromitra esculenta.

– Cesar, el “Bonete” es mortal si se consume en crudo, sin embargo hay gente que lo consume desde hace años. Lo que es yo, no pienso hacerlo. Es muy arriesgado.

– Es muy bonita, parece un cerebro colorado, sobre un pie blanco, que esta diciéndome comeme.

Se trata de una seta preciosa, que aparece solitaria o con poca compañía, con el sombrero globoso como con venas abultadas, con la carne fina, de color blanco y de agradable olor afrutado. Pero los efectos de su veneno mortal, te pueden llevar a la destrucción de los glóbulos rojos y a veces la muerte.

– Mira que suerte, mostaza negra, dijo de repente Federico.

Federico estaba agachado al lado de unas florecillas amarillas, lo que me hizo recordar a mi abuela Maiña. la Brassica nigra es una planta de desarrollo anual con la base del pie con cierto vello y flores amarillas con cuatro pétalos, que tras su fecundación proporcionan unos frutos denominados botánicamente silicuas, de forma alargada.

– La recuerdo, con ellas mi abuela preparaba unos apósitos para el reuma.

– Muy bien Cesar, no sé como lo haría tu abuela, pero yo hago una mezcla con harina de las semillas y aceite de linaza, y parece que me da resultado.

Supongo que ella lo haría mas o menos igual, según me dijo, todas esas preparaciones que hacía, se las había pasado su abuela Rudosinda y a ella, unos bárbaros salidos del mar profundo.

– Si debía ser una mujer especial, dijo Federico.

– Desde luego.

Y así, se nos fue la mañana, dichosos del botín conseguido. Federico se fue río arriba con Michu michu y yo seguí la ladera hasta el coche, con ganas de llegar a casa y preparar esas setas tan especiales, que Federico me aconsejo, cocinase con mantequilla y nata, a lo que yo, pensaba añadir fua de pato a modo de relleno.

Maiña, no conseguía quitármela de la cabeza, que lástima no saber lo que sabía.

Buscando información sobre micología en la red, encontré un foro llamado top rural, donde a veces algunos usuarios comentaban sus salidas al monte y daban o pedían información sobre las especies que observaban y fue así como se me ocurrió la idea de abrir una página web dedicada a la micología, donde compartir mis experiencias, a la vez que ampliaba mis conocimientos sobre el tema.

La idea, era sin duda buena, pero los resultados a nivel de diseño, inicialmente fueron desastrosos, aún así, algunos aficionados se registraron y comenzaron a compartir sus experiencias y sus salidas al monte.

Uno de estos aficionados, fue Paco, vecino de Rubí, en la provincia de Barcelona, estudiante de cocina y otro, Alfredo, vecino de Sabadell y taxista en Barcelona. Quedamos para una salida juntos y les llevé hasta el alto del Cadí, donde nos encontramos con, Federico, Julia y Alex, que ya nos esperaban, por descontado, acompañados de Michu michu, y tras las presentaciones comenzamos la búsqueda, la primera en grupo, de la web cesarplus.

– Esta vez, vamos a subir bastante, para mostraros una seta muy especial, que espero tengamos suerte de encontrar, dijo Federico, a lo que todos asintieron.

Michu michu, pareciendo adivinar la caminata, gateo hasta el hombro de Federico, donde se sentó a modo de cuervo de pirata y comenzamos la subida al monte, siguiendo pequeños caminos generados por los animales del monte en su recorrido diario buscando su alimento, hasta llegar a un abrevadero para el ganado, donde a indicaciones de Federico, nos adentramos en la espesura y comenzamos la búsqueda.

Federico siempre manteniendo la tensión hasta el final, hacía que ninguno supiésemos, que especie buscar, sin embargo íbamos recogiendo algunos “Marzuelos” que ya comenzaban a perderse, hasta que Federico nos avisa.

– Aquí estan chicos, los fabulosos “Pinicolas”

– Boletus pinophilus, dije yo.

– El mejor de los “Ceps”, dijo Julia.

Ahí estaban, majestuosos, con aspecto de tapón de champan, con los sombreros en distintas tonalidades granates, los pies obesos, de color amarillo rojizo, de carne blanca densa y firme con un agradable olor afrutado.

– El “Pinicola” a pesar del nombre, sale en abundancia bajo frondosas, especialmente en castaños, dice Alex.

De pronto, Federico nos avisa.

– Venir un momento, que quiero presentaros a un pariente del “Pinicola”, el “Boleto reticulado”.

Efectivamente, de la misma especie, pero con claras diferencias el, tiene el miso porte, pero con el sombrero más seco y de color beis a pardo rojizo, es una seta que se ablanda pronto,pero su carne es agradablemente dulce.

– Podéis coger los que queráis, dice Federico, ya que laminandolos los podéis conservar secos, durante mucho tiempo. Pero ojo, dejar un hueco en la cesta, que quizás tengamos otra sorpresa.

– Con este tamaño, enseguida me quedaré sin cesta, dice Paco, que había traído una cesta casi infantil.

Nos reímos todos un poco de su cesta, y seguimos la búsqueda en la dirección que marcaba Federico, que hacía rato que se había separado de Michu michu, a la que no se le veía por ninguna parte.

– Aquí chicos, grito Alfredo, mirar.

– Esta era otra de mis sorpresas, nos dice Federico, los “Rebozuelos”.

Todos nos quedamos observando lo que parecía, una pequeña pradera amarilla. Imposible moverse sin pisar alguna, de las pequeñas setas, de una coloración amarillo huevo, que parecían sembradas sobre un tupido musgo e incluso más allá del musgo, sobre la hierva.

Se trata del Cantharellus cibarius, de sombrero carnoso, con el margen enrollado, con pliegues espaciados en lugar de láminas, decurrentes sobre el pie, de carne blanca y compacta, con un fino olor a ciruelas.

Comenzamos a recogerlas de rodillas y poco a poco, para no dañar al resto, hasta que las cestas desbordaron.

– Federico, Julia mirar si se trata de lo que pienso, les llamo mientras observo una planta herbácea, con hojas dispuestas en roseta, y flores en forma de campana, provistas de un fino vello.

– Eso es “oreja de liebre”, Cesar, dijo Julia.

– Cynoglossum cherifolium, un buen narcótico, dice Federico.

– Yo lo uso como antidiarreico, pero se que se puede usar contra el insonnio, dice Julia.

– Es lo que pensaba, mi abuela la recogía, en los bordes de los caminos y en los pedregales y me decía que eran para dormir bien. Yo le decía que me dejara probarlas ya que dormía muy mal y ella no paraba de reírse.

Y de pronto la desaparecida apareció, maullando, con un pequeño topo entre las fauces, que dejó ante nuestros pies, como a modo de merienda, por si tuviésemos hambre.

Le agradecimos sinceramente a Michu michu el ofrecimiento, pero decidimos hacerle el honor, al jamón que trajo Alfredo y al vino de la bota de Alex. Para luego retirarnos, Federico a su pequeño paraíso y nosotros a la contaminada civilización

En los siguientes días, tras publicar la salida en el Foro de la Web,se multiplicaron los registros de aficionados, iniciando así por mi parte, una aventura nueva y desconocida.

Mi compañera en la vida, Mari, no era muy aficionada a la micología, sin embargo, me acompañaba en algunas ocasiones, para que no anduviese solo por el monte y con ella venía “Manchitas”, mi perra de raza Gran Danes.

Saliendo con ella, nadie se acercaba y eso tenía sus ventajas, la gente la miraba con respecto, por su imponente aspecto, pero la pobre era un pedazo de pan.

En cuanto a los niños, nos acompañaron en alguna ocasión, pero nunca les picó el gusanillo. Mari, vendría en la próxima salida, ya que al ir alguna mujer, esperaba pasarlo bien, y esto hizo que luego viniese a menudo, comenzando a emocionarse y engancharse, casi tanto como yo.

La página Web cesarplus, estaba mejorando mucho, tanto en diseño,(horas y horas de ordenador) como en usuarios registrados y yo comencé a multiplicar mis salidas al monte, al menos una vez a la semana en solitario y otra vez con algún grupo de la Web.

En esta próxima salida iríamos con Julia y Alex a los que acompañarían Mario y Eva, vecinos de Mataro, una encantadora pareja, con la que pronto tanto Mari como yo congeniamos. Eran Mario y Eva los que conocían el lugar, la falda norte del Montseny, yo todavía no había visitado esa montaña.

Quedamos en un bar que hay en Tona, al lado de la gasolinera de la C17, allí nos presentamos y tras tomar un café muy malo y unos xuxos esplendidos, seguimos en los coches en dirección Arbucies y luego hacia el Montseny.

Nada mas comenzar la subida, ya se apreciaba un hábitat completamente distinto a los que estaba acostumbrado, y es que grandes extensiones de Ayas, se perdían en la lejanía. Tras varios kilómetros de buena carretera y antes de alcanzar el alto, nos detuvimos en un apartado de la carretera y cargados con nuestras cestas enfilamos a la derecha ladera arriba.

– Aquí, en estas fechas, podemos encontrar “boletos” y “trompetas”, dice Mario.

– Las trompetas no las conozco, dije yo.

En cuanto veamos alguna, te será más fácil, dice Mario.

Mientras las tres mujeres iban conociéndose y charlando de sus cosas, hasta que Alex, nos avisa.

– Mirar, aquí están, hay muchísimas, cuidado con donde pisáis.

Nos acercamos todos hasta el lugar y observamos, grandes manchas negruzcas que sobresalían de la hojarasca en descomposición.

– Aquí tenéis, las famosas “Trompetas de los muertos” o Craterellus cornucopioides, ir despacio, que están bajo las hojas y podéis pisarlas, dijo Mario.

Nos pusimos de rodillas para palpar la hojarasca y así, recoger las setas sin dañarlas, con las manos, con tremenda facilidad.

Esta seta en forma de trompeta ,con el sombrero de color pardo a gris negruzco, tiene una carne lisa, de perfume delicado, tierna y un poco elástica y el pie, hundido, formando una trompeta.

Al poco reto me doy cuenta de que estoy recogiendo, dos especies claramente diferentes y aviso a Mario.

– Mario, por favor, estas setas que me estoy encontrando, son distintas.

– En efecto Cesar, esa que tienes en la mano, mantiene el color de las otras, pero tiene forma de seta mas tradicional, con pliegues en lugar de láminas y si la hueles, notaras toques de ciruela. Se trata de la “Trompeta negra” o Cantharellus cinereus y si tenemos suerte, un poco más arriba, quizás encontremos el “Rebozuelo atrompetado” o sea, el Cantharellus tubaeformis.

Y al poco rato, tuvimos suerte y conseguimos el trío.

El Cantharellus cinereus es pequeño y delgado, con el sombrero embudado, de color amarillo a pardo, con la cutícula seca y los pliegues bifurcados, el pie acanalado y hueco, presenta un color amarillo vivo y la carne resulta un poco elástica.

– No ha estado mal, tres nuevas especies y dos amigos más, digo yo.

– Brindemos por eso, dice Alex sacando la bota de cuero.

Y tras la bota aparecieron los embutidos y así, sentados sobre el lecho de hojas, continuamos en animada charla, prometiéndonos repetir, mientras unas amenazantes nubes negras, nos invitaban a salir del monte.

El foro y la página web, ocupaban una gran parte de mi tiempo libre y las salidas programadas por los usuarios eran cada vez más habituales, salir en grupo era una forma de aprender,pero echaba de menos la tranquilidad de una salida en solitario, o de solo dos o tres personas, así que como Mario, también disponía de tiempo de tiempo libre, decidimos hacerle una visita a Federico y su gata.

Quedamos en la estación de servicio del Cadí y pasamos a recoger a Federico.

– Esta vez, quiero enseñaros unas setas, algo distintas, un poco más raras. Tendremos que movernos por los barrancos , las zonas mas húmedas y oscuras. No será un paseo agradable, pero sí, interesante.

Fue así, como nos llevó ladera abajo, buscando siempre las zonas más complicadas y menos bonitas, sobre hojarasca en putrefacción y troncos caídos hacía décadas, donde a la luz solar, le era complicado llegar.

– Ya estamos, mirar, y nos mostraba un tronco de castaño, medio podrido.

Sobre el tronco, lo que parecía ser una masa gelatinosa, en forma de lengua, muy viscosa y poco apetitosa, que Federico arrancó y sin pensarlo, le pegó un bocado y mientras la saboreaba sonrío , y por la comisura de sus labios, apareció un hilito de lo que parecía sangre.

Mario y yo, nos quedamos pasmados, pero Federico, ante nuestra sorpresa, rompió en una alegre carcajada, y nos explicó de que se trataba.

– Esta es la “lengua de buey” o sea, Fistulina hepática, la cutícula se separa fácilmente y esta cubierta de papilas del color del hígado, los tubos acaban en pequeños poros y la carne es muy esponjosa y esta encharcada de un jugo rojizo parecido a la sangre, tiene un sabor ácido y salado y es un comestible excelente, cuando es joven. Como esta.

Seguimos la búsqueda sin que nos hallamos desprendido del asombro, hasta que Federico, nos avisa de otro hallazgo. Esta vez se trata de una seta más conocida para mi, la “Oreja de Judas” o Hirneola aurícula-judae, tal como su nombre indica, se asemeja a una oreja lobulada y venosa, de color pardo rojizo, con la carne traslúcida, gelatinosa y elástica, que aparece sobre troncos de frondosas.

Federico, nos dice que cocinada deja una gran untuosidad en las salsas y que se puede comer cruda, en ensaladas o secar, ya que lo permite con facilidad.

– Recoger, las que queráis y salimos de aquí o acabaremos todos convertidos en setas, de tanta humedad que nos envuelve, dijo Federico.

Salimos del barranco a la soleada pradera, no sin antes llevarnos la gran sorpresa.

Justo al borde del barranco, como saliendo de él, al igual que nosotros, pegada a un pequeño pino y casi tan grande como él, aparecía esplendorosa una “seta coliflor” o sparassis crispa, de ramificaciones aplanadas muy numerosas y entrelazadas, de color crema, de ramas rizadas y con el pie robusto, blanco amarillento, muy aromática y con sabor a nuez, a la que tuvimos que dividir en tres parte para llevarla en los cestos. Mi parte, tendría un futuro delicioso, sobre una crema de leche.

Un día espectacular, para el almacén de los recuerdos.

Aurelio, entró a formar parte del grupo, tras intentos fallidos de que lo hiciera, cuando le rogué que nos acompañase en una salida didáctica sobre las “Russulas”y es que él lo sabía casi todo sobre ellas y para muchos de nosotros, a pesar de ser tan comunes, eran unas desconocidas.

Quedamos con él en la panadería que hay a la entrada de Ripoll, me acompañaban, Mario, Alex y Julia, Paco y Alfredo. Le reconocimos, sentado en un taburete de la panadería, por su largo pelo cano, recogido en una coleta. Con una apariencia de maestro hindú, emanando sabiduría y saber estar. Todo un caballero.

Tras el saludo y presentaciones iniciales, nos aprovisionamos de pan y le seguimos, primero en dirección a Ribes de Freser, para luego desviarnos a la izquierda en dirección a La Molina.

A los pocos kilómetros, se internó a la derecha, por pistas forestales hasta alcanzar un plano, donde se detuvo y aparcamos.

Una vez pertrechados, nos dirigimos a un bosquecillo de robles salteado de pinos, donde comenzamos la búsqueda.

Al poco nos llama diciendo:

– Mirad que belleza.

Nos acercamos a observar intrigados.

– Esta es la “Carbonera”, un excelente comestible, de carne muy firme, crujiente y con sabor a avellana. Siempre que no la confundáis con la “Oroja verde”, que es mortal.

La “Oronja verde” es la Amanita phalloides, culpable de la mayoría de las muertes por consumición de setas. Esta es la seta que acabo con la vida del emperador romano Claudio y la del emperador Carlos VI de Habsburgo, entre otros ilustres comensales. Tiene el sobrero carnoso, de color verde brillante, el pie es blanco y fibroso, con un anillo colgante de color blanco y sale de una gran volva.

La “Carbonera” o Russula cyanoxanha, tiene un sombrero carnoso, desplegado y deprimido en el centro, con la cutícula separable, de color verde a violeta, salpicada de tonalidades azules y amarillas, manchada de fibras difusas casi negras , de dónde proviene el nombre de “Carbonera”, de láminas blancas, espesas y bifurcadas en la base, de consistencia lardácea con el pie robusto y de carne blanca, que se tiñe de rosa y que resulta quebradizo, como la tiza.

Mientras nos explica las características de la “Carbonera”, nos muestra lo quebradizo de su carne y nos da a catar un pellizco de la misma.

Seguimos la búsqueda, hasta que nos detiene, para mostrarnos otra seta.

– Esta es la Russula virescens, de iguales características y comestibilidad, pero de color verde glauco, que como se observa aparece visiblemente cuarteado. Para mi, resulta ser la más sabrosa, con el permiso de la Russula aurata, de color dorado como manchada de rojos naranja y amarillos, con el pie cilíndrico. Rugoso, blanco y manchado de amarillos, que aparece bajo castaños o alcornoques,por lo que por aquí, no la veremos.

– Mirar un “Cep”, nos avisa Mario.

– No es un “Cep”, o al menos, no el que te gustaría, dice Aurelio.

Este es el Tilopilus felleus llamado “Chupa sangre”, muy parecido al Boletus edulis, pero tremendamente amargo, se diferencia por su aspecto seco, que se tiñe de color carne y si tienes dudas, solo pellizcalo y catalo.

Ninguno quisimos catarlo, y dimos por finalizada la expedición, con unas cuantas lecciones,que recordaríamos toda la vida y con las cestas llenas de deliciosas “Russulas”, para añadir a una buena pasta.

Me gustan las ladera norte de las montañas, son más frescas y verdes, por lo que el lado contrario intento evitarlo, ya que suele ser más seco y menos agradable, pero en esta ocasión desde el foro llevamos tiempo controlando las lluvias, para intentar sorprender a la “Seta de los Cesares”, (Amanita caesarea)el plato reservado a los dioses y los emperadores, prohibida para los súbditos.

Tras confirmar una fecha, organizamos la salida, a la ladera sur del Montseny, nos acompañaron una veintena de compañeros del foro y acabo siendo un día memorable.

Los cálculos fueron perfectos y pronto comenzamos a ver las primeras, todavía en fase de huevo, en los laterales de los caminos y pronto al adentrarnos en la espesura buscando los claros que reciben más sol, aparecieron las de mayor tamaño, con el sombrero redondo y carnoso, con la cutícula lisa, coloreada vivamente de rojo naranja, de láminas y pie amarillos, sobre una amplia volva de color blanco.

Y claro, si estábamos allí,¿Que más podríamos llevarnos?

Si señor, el Boletus aereus “Hongo negro”, con su típico sombrero marrón oscuro, con el pie reticulado, de color ocre. Otro magnifico comestible.

Y si alguien quería postre, tuvo la oportunidad de recoger castañas o madroños. ¿Que más se puede pedir?.

El foro como lugar de contacto, organizaba infinidad de salidas, imposible acudir a todas, aunque no por falta de ganas, muchas de ellas, las podéis ver en los videos.

Yo llevaba tiempo queriendo cazar una seta muy especial, difícil de encontrar y sobre todo lejana, ya que aparece endemicamente en la sierra central y oeste de Andalucía, especialmente en Huelva.

Se trata de una seta muy carnosa, de cutícula lisa y seca de tonos rosados, con la volva blanquecina, que acaba siendo pardo rojiza, de láminas blancas que acaban de color crema, con el pie portando un anillo blanco, y saliendo de una volva persistente y membranosa de color blanco, tiene la carne blanca y ligeramente rosada. El “Gurumelo”, que así llaman a la Amanita ponderosa, aparece siempre manchada de tierra y es un excelente comestible.

Así que tras convencer a Mari, decidimos hacer una vuelta a España muy particular. Recorriendo primero el norte, desde Barcelona, hasta Santiago de Compostela, donde visitamos a la familia y seguimos bajando por Portugal, hasta Oporto, dónde nos sorprendió ver a tres sevillanos recogiendo espárragos , nunca jamas los vi tan grandes y así hasta Huelva y en su sierra disfrutamos de dos días, levantando agujeros de los que solo salían cien pies, hasta que en el segundo día, encontramos la primera, en lugar casi desierto, con apenas cuatro eucaliptos, nos costó encontrar cuatro más, que llevamos a un restaurante y degustamos con emoción salteadas con gambas, ya no por el sabor, que también, sino porque nos habían costado mucho encontrarlas.

Y así, sin más tiempo seguimos viaje en dirección Valencia para visitar a la familia de Mari y después a Barcelona, cerrando el circulo.¿Que locura,no?.

El foro multiplicaba su actividad día a día, estableciendo normas, concursos, jornadas micológicas y diversas actividades, lamentablemente he perdido la mayoría de las fotografías y videos. Intentaré hacer memoria …..Recuerdo una salida muy especial con los compañeros de Madrid dónde degustamos una “migas” extraordinarias e hicimos un recorrido micológico asesorados en todo momento por Antonio Reyes y en otra salida por la sierra de Madrid, me topé por primera vez con el “Boleto bayo”.

Se trata de Xerocomus badius, con el sombrero menos carnoso que otros boletos, crece bajo coníferas, pero también bajo frondosas, su carne es dulce y de perfume afrutado, la cutícula aterciopelada, aparece. Lisa y seca, un poco viscosa con la humedad, azulea al corte debido a una reacción por oxidación, pero es un excelente comestible.

Otra seta que encontré por primera vez fue la “Capuchina”.

El Tricholoma portentosum, aparece en los bosques de coníferas y es un comestible muy bueno y perfumado, con el sombrero campanulado o cónico, y el mamelón marcado, la cutícula viscosa con la humedad, veteada de fibrillas negruzcas que destacan sobre el fondo gris con reflejos amarillo verdosos, su carne es blanca, firme y quebradiza, con olor a harina y sabor a ostra.

Las calçotadas de Caseres o Gandesa fueron siempre asombrosas y multitudinarias y de las jornadas micológicas recuerdo con gran cariño la de Gandesa, con la colaboración de Antonio Reyes y Enric Gracia, fue en ésta dónde un aficionado encontró un “Bejin gigante”, creo recordar que media un metro cincuenta de diámetro y que varios políticos y televisiones se acercaron a ver, lamentablemente no tengo su foto.

Langermannia gigantea, puede llegar a ser enorme, el encuentro con semejante fenómeno, nos deja estupefactos, aparece en los pastizales, comestible cuando es joven y su carne está blanca y firme.

Otra salida organizada por el foro y de carácter anual, era la de Horihuela del Tremedal, esta era sin duda la más multitudinaria de todas debido seguramente al lugar paradisíaco, pero también a que nos quedaba a todos igual de lejos.

Un año en las jornadas de Caseres fuimos avisados de la masiva aparición de “Colmenillas” en la costa de Tarragona, debido a un incendio, y para allí que nos fuimos todos, para aparecer en las jornadas con los cestos llenos de “Colmenillas”. Me estoy dejando miles de recuerdos, para evitar ser repetitivo, pero los protagonistas, estoy seguro…que no los han olvidado.

Este es el lado bonito de la historia, el lado malo y doloroso es el que continúa.

Ahora mismo son la 16:09 del día 20 de Enero y estamos incomunicados debido a una persistente nevada ocasionada por la tormenta “Gloria”, que acabará dejando grandes destrozos. Los animales alimentados y Mari, colocando leña en la estufa. Miro hacía la ventana y pienso, esto tiene pinta de continuar hasta mañana mínimo, ¿quizás no pueda ir a clase?, los repollos creo que aguantaran bien, pero los grelos, lo dudo, ¿dónde andará Michu michu. Estas son mis preocupaciones actuales, pero hace diez años:

Las grandes constructoras comenzaron a liberarse de personal y éste formando grupos comienza a trabajar semilegalmente, en la pequeña construcción o rehabilitación, ocupando el espacio que las pequeñas y medianas empresas de la construcción disponían, forzando la caída de los precios en obra y la quiebra de empresas del sector. De esa purga solo se salvaron los empresarios que tenían el colchón bien lleno, o los que sin escrúpulos, dejaron de atender los pagos, tanto financieros, ocasionando perdidas millonarias a los bancos, como de personal, incrementando en más de tres millones, las listas del paro.

Yo tardé mucho tiempo en darme cuenta de que Zapatero me mentía,cuando me decía que no había crisis y aguante, aguante con esperanza y por la necesidad de mantener a un personal que me había sido fiel durante años. Invertí mi herencia e hipoteque la de mis hijos.

Mientras tanto el foro había crecido tanto, que estaba a punto de comernos, solo faltaba una pequeña chispita y es que el Homo sapiens se hizo predominante, gracias a un pequeño error en la laringe, pero el cerebro, parece que lo seguimos manteniendo del Neardenthal.

Así la chispita fue, que un compañero del foro, escucho a otro, insultar a la mujer de otro. En poco tiempo se formaron dos bandos y la educación se perdió por el camino. Se aplicaron sanciones especificadas en las normas del foro, a las conductas inapropiadas, consistentes en el bloqueo temporal de acceso al foro, pero las reentradas eran todavía más furibundas y algunos bloqueos se acabaron convirtiendo en expulsiones. Esto lejos de calmar exaltó todavía mas a los dos bandos y la gente seria comenzó a diluirse y terminó desapareciendo.

Yo en medio de dos guerras y tremendamente deprimido, aguantaba el tipo, con miedo a ver que me podía encontrar cada día, tanto en mi afición, como en mi profesión. Cuando uno de los bandos me avisa de una reunión paellera en Valencia, organizada clandestinamente por alguno de mis amigos de mayor confianza, se me rompió el corazón, aún ahora me duele. En esa reunión se trataba la apertura de un foro en competencia desleal con el nuestro, manteniendo la conexión para ir convenciendo a los compañeros del cambio que pretendían.

Y yo también fui dejándome diluir y queriendo desaparecer, viendo la muerte lenta de lo que me apasionaba.

En una de la jornadas micológicas, siguiendo el curso del rio, observe unos viñedos en venta en una zona muy bonita y queriendo preparar mi propio vino y el vino de mis amigos, compre la finca.

Nunca pensé que finalmente tendría que vivir en ese entorno, pero la crisis finalmente me devoró y con los bolsillos vacíos, acabe llevando lo poco que me quedaba a la finca y comenzando a vivir, junto con Mari, en una tienda de campaña, montada dentro de la caja de un camión.

Poco a poco fuimos separando las piedras de la tierra, para comenzar un huerto y usar las piedras, para reconstruir una pequeña casita, derrumbada años atrás por un incendio. Casita en la que vivimos actualmente mi mujer y yo, preocupados por el parto de una oveja, por si llueve o hace sol o por si se darán bien las patatas este año, despertándonos con el trinar de los pájaros y acostándonos observando las estrellas.

Cada día más cerca de los animales y la naturaleza y más lejos del Homo sapiens.

He seguido la búsqueda de las setas mi gran afición, pero ahora lo hacía como lo hacía antes de conocerme, Jordi Capdevila el solitario buscador de setas, allá por los años setenta. Me queda una salida en compañía, una salida dolorosa de despedida, esa salida la realice al poco de irme a vivir a la finca y fue a los Pirineos a uno de sus muchos lugares emblemáticos, el Alto del Cadí.

Federico me esperaba, lobo le había advertido de mi llegada y Michu michu salió a recibirme, hasta mi llegaba el penetrante olor a café recién hecho y de pronto observé, que siguiendo a Michu michu, venía una pequeña gatita, igual de fea y graciosa que la madre.

– Hola Cesar, ¿como estas?, pero… pasa, pasa, que acabo de hacer café.

– Pues perfecto ya que yo traigo el aguardiente, dije yo acercándole una botella, la última botella, del último aguardiente, que hizo mi madre.

Sentados en el banco ante la mesa, con dos carajillos de aguardiente, me dice Federico.

– Cesar, no hace falta que me digas nada, se lo doloroso que resulta hablar de algunas cosas. Ahora no lo sabes ni lo entiendes, ni siquiera quieres. Pero algún día comprenderás y te darás cuenta que vives en libertad, en comunión con la naturaleza, naturaleza de la que formas parte, naturaleza en la que te convertirás.

Mientras añadíamos aguardiente al café, la gatita desplegó sus uñas y poco a poco fue subiendo por la pernera del pantalón, hasta llegar a mi regazo, dónde se acomodó y durmió.

– Y ésta gatita Federico?.

– Un día Michu michu apareció con ella, no me preguntes como lo hizo.

– Es muy cariñosa, le dije acariciando su lomo.

– Es tuya Cesar, ahora viviendo en el campo, la necesitas.

– La gatita ronroneo en señal de aprobación y a mi se me escapó una lagrimita.

– Venga Cesar, vamos a buscar setas.

– Vamos Federico

Cuando te internas en la naturaleza y te concentras en la búsqueda, entras en un estado de semiconsciencia que te extrae de todo lo exterior, a la espera de un brote de adrenalina, que aparece repentinamente, cuando encuentras lo que buscas.

En esta ocasión la “Clavaria truncada” o Clavariadelphus truncatus, que aparecían como porras clavadas sobre el musgo, de color amarillo pálido, hinchadas de manera irregular, desbordando su propio margen, arrugadas, de sabor dulce azucarado. Siendo para mi un buen comestible.

Seguimos la búsqueda, recogiendo diversas especies, hasta que Federico me avisa.

– Mira Cesar, que enormes “Parasoles”.

En efecto, la Macrolepiota procera es posiblemente una de las más grandes de las setas comestibles, aparece inicialmente con la apariencia de un palo de tambor, para luego desplegarse ampliamente, como un paraguas, con la superficie marcada por escamas pardo grisáceas concentricas, sobre un fondo claro,manteniendo un mamelón pronunciado, y la carne del sombrero es tierna, de color blanco que luego enrojece, con un agradable sabor a avellana, siendo un excelente comestible.

En mi caso la utilizo mucho secándola y triturándola, para convertirla en harina, ya que resulta muy fina, blanca y agradable.

Una jornada sentimental en la que las dos gatas, se negaron a pisar el suelo mojado, prefiriendo ir a caballito.

Federico y yo nos despedimos con un “hasta pronto”, que los dos sabíamos que no seria cierto. Y camino del sur, con la gatita, en una cesta a modo de cuna, me despedia mentalmente de las altas montañas…. Ahora habrá que acostumbrarse a otra forma de buscar setas.. Sin darme cuenta, debí hablar en alto, porque la gatita maulló en señal de asentimiento.

– Michu michu, te llamaré así, ¿que te parece?.

– Miauuu.

– Bien entonces, así será y tú también aprenderás a buscar setas conmigo.

– Miauuuu.

FIN

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